Pretendo hacer una serie de columnas o mini ensayos en torno a la coyuntura Chilena y también a estas alturas mundial, este “Acuerdos y desacuerdos” La lucha política es mundial es el primero de ellos.
Todo hace pensar, que existe un problema, con eso que se llama la “Democracia Consensual”, aquella que se reviste de ciertas formas jurídico políticas, tanto procedimentales, como sustantivas para llegar a ciertos “acuerdos”. A su vez, este entramado institucional, requiere que las partes que participan en una comunidad política, sean reconocidas y ellas se reconozcan como participes de ella.
De ahí, surge la importancia de la noción de “desacuerdo” del filósofo Jacques Rancière, la cuál se analiza en la segunda parte de este texto. En la tercera y cuarta parte, intento darle una bajada vivencial, de lo que es mi lectura crítica de los procesos políticos que he vivido personalmente durante los últimos años en Chile y también en mi segunda patria que es Brasil, en donde he permanecido desde el 2014, con esporádicos regresos a Chile.
Retomando la situación Chilena, se habla mucho por estos días en Chile de la palabra “Acuerdo”, de la “Política de los acuerdos”, de “valorar los acuerdos” etc. El autor que quiero traer a la discusión nos podría ayudar a entender la desconfianza de la ciudadanía sobre una visión de la política, mucho más cercana a una política de la “instauración de un desacuerdo”.
A mi juicio, estamos frente a lo que el filósofo argelino Jacques Rancière, trata en el libro “El desacuerdo. Política y filosofía”, en su entendimiento la política es definida como “desacuerdo”, como lucha y no como contrato -social- tan vilipendiado por estos días. Entonces veremos, lo que entiende el autor sobre el particular, pero antes es necesario, despejar algunas cuestiones sobre lo que la visión tradicional sobre la política entiende sobre procedimientos Democráticos.
I
La cuestión en torno a los procedimientos, que siendo reconocidos por todos – muchas veces debemos recordar que en circunstancias de crisis no lo son- nos brindan gobernabilidad y son parte fundamental en la toma de decisiones de una sociedad política. Los sistemas políticos a través de sus instituciones, tienen que garantizar y a la vez respetar estas formas jurídicas, pero también se nos olvida que también lo debe hacer la ciudadanía, en el supuesto de escoger en esta forma, una mejor vía para la solución pacifica de conflictos, evitando la auto tutela o la violencia por la propia mano.
Pero, dichos procedimientos y formas de hacer política por mucho tiempo descansaron en una visión, que parece estar muy desgastada hoy en día y es aquella que intenta ver la política bajo un “pacto o contrato hipotético”, que en muchos países al parecer sus habitantes han querido revisar. En Chile, se habla de un “nuevo pacto social”, pero la ciudadanía ha rechazado profundamente la antigua “lógica de los acuerdos”, tema del cuál trata esta primera columna. De manera, que urge reflexionar sobre si la forma que están intentando los políticos resolver esta crisis, que es la sana práctica de “ponerse de acuerdo”.
¿Es desde el punto semántico, como político, lo que la gente espera? Siendo que muchas veces, la política se ha puesto de acuerdo, definitivamente para postergar, disfrazar, cortar o hasta agravar una crisis. Este último verbo de agravar, al parecer fue el más propicio para calificar el “acuerdo”, alcanzado por gran parte de la clase política con representación en el parlamento, con exclusión del partido comunista y otros sectores críticos del mismo.
Acuerdo por la paz social y la Nueva Constitución
Hay quienes salieron a abrazarse precipitadamente, igual como quienes estaban presentes en la madrugada del 15 de noviembre de 2019 en el Ex Congreso Nacional y a celebrar sin conocer los pormenores del “Acuerdo por la paz social y la Nueva Constitución” por parte de la clase política, por firmar un “acuerdo” entre cuatro paredes, excluyendo a quienes están en “desacuerdo”. Al parecer, las organizaciones sociales y quienes han marchado desde el comienzo del estallido social en Chile, están más cercanas a la visión de la política de Jacques Rancière, que a la visión contractualista de Jean-Jacques Rousseau, entre otros autores de esta vertiente filosófica política. Esto al parecer, tiene que ver con un tema mucho más allá que nuestra realidad Chilena y tiene ejemplos claros, de crisis en otros países y demandas por “Democratizar espacios”, donde la política clásica no estaba dando el ancho.
Algunos ejemplos son lo ocurrido en Bolivia, en donde una parte de la ciudadanía junto con la oposición terminó por desconocer las elecciones, alegando que el presidente Evo Morales realizo un “fraude electoral” y por ende, quebrantó la confianza que todo proceso a merita, provocando un gran rompimiento del pacto o contrato social, que toda comunidad política necesita para sus contratantes. Existiendo ese rompimiento, tanto la oposición como los sectores que defienden el proceso político de Evo Morales, se encuentran enfrentados en las calles.
Otra situación que ya lleva casi 9 meses es en la ex colonia británica Hong Kong, en donde un estallido social producto de presos políticos que estaban siendo extraditados a la China comunista, despertó la furia en contra del orden público y la policía. Tal vez, el problema es mucho más profundo que estar en “desacuerdo” con esta decisión legitima y legal del Gobierno Chino. Pero que ha traído reivindicaciones por una “Democracia” con una verdadera participación y han dado señales claras, de contar con una gran organización en sus protesta, que ya la querrían para tener una de las Democracias más organizadas del mundo.
Al parecer, existe un “hilo común” en relación a las crisis que estamos presenciando en varios países del orbe, esto no es un fenómeno apenas regional, como se pensó de la “Primavera Árabe”, ni tampoco lo es de países de determinadas características, en su configuración del sistema político. Tanto es así, que en Hong Kong, ejemplo de éxito del capitalismo colonial asiático o en la Bolivia ex bastión del MAS, también mostrada como éxito económico y étnico del “Socialismo del Siglo XXI”. Aparecen “modus operandi” de las protestas y las respuestas de las fuerzas de orden público y seguridad, medianamente parecidas, como también ocurre en Chile.
Las fuerzas policiales y de orden, se han convertido en un verdadero protagonista de estos conflictos, comportándose como un verdadero ejercito combatiendo su propia guerra, en contra de los manifestantes. Tanto en estos dos países como en Chile, hay una respuesta absolutamente ineficiente y bruta por parte de los gobiernos y las fuerzas de orden.Existe una evidente incapacidad de los gobiernos por afrontar este tipo de “estallidos internos”, la homogeneidad que existe en las respuestas de represión y sistemáticas violaciones a los derechos humanos (DDHH) en contra de manifestantes, es muy preocupante.
Hemos destinado poco tiempo a analizar la capacidad de los gobiernos en entregar soluciones para llegar a resolver las crisis. Probablemente, porque nuestros instrumentos para resolver estas crisis sean siempre el uso más brutal y efectivo de la fuerza, ya sea policial o militar. Usando las fuerzas de orden y seguridad internas, o invasiones militares disfrazadas de ayudas humanitarias o guerras declaradas.
Esto que ha pasado en la “Primavera Árabe”, en Haití, en Iraq, Pakistán, etc. Al parecer, ya no existe tanto piso político internacional para hacer este tipo de maniobras. Ejemplo de ello es Venezuela, que durante muchos años ha temido o pedido una intervención militar extranjera.
Ahora bien, sacando el conflicto de los enfrentamientos en las calles, entre manifestantes y los policías. ¿Es posible, invitar a quienes luchan en Hong Kong, Bolivia, Chile y hasta Venezuela a confiar en un proceso de dialogo y acuerdos políticos? ¿Existe verdadera voluntad de quienes ostentan realmente el poder, en arriesgarse a entregarlo? Llevándolos, a retomar las confianzas en las instituciones y abrir los caminos para quienes se manifiestan ocupen esos espacios de dialogo y toma de decisiones. Sea cual sea el sistema que exista, democrático o no. En todos los países, incluso por mayor vacancia de poder que exista, hay instituciones para resolver estos problemas.
II
Lo que quiero decir, es que existe una literatura entre las que se cuenta la del profesor Jean-François Y. Deluchey, que analiza estas coyunturas, desde el punto de vista de gobernabilidad neo liberal y la visión critica de como pensar los Derechos Humanos (DDHH). Si vemos esta problemática, usando la literatura in comento, para examinar a países occidentales como orientales, ya no desde los prejuicios y lugares comunes. Sino desde los grados de integración y complementación que existe en la aldea global, sobre todo con las influencias a tiempo real que se tiene de las imágenes y comunicación que existen gracias a las redes sociales (RRSS).
En donde, ya no podemos realizar lo que por mucho tiempo primó y lo que al parecer hoy en día es sumamente hipócrita acusar solamente a los países de medio oriente o orientales, de no respetar los Derechos Humanos(DDHH) .
En cuanto a lo que vemos en la actualidad en nuestros propios países occidentales, ya no por televisión, sino en las calles y barrios, en informes de ONG´s y Organizaciones internacionales encargadas de alertar las graves violaciones sistemáticas a los Derechos fundamentales de las personas, a diestra y siniestra en manifestaciones pacificas y no pacificas, pero en donde supuestamente el castigo corporal por parte de fuerzas que gozan del monopolio legitimo de la fuerza no podrían practicarlo.
Existe la problemática de los Derechos Humanos, vista de dos lados. La primera, en razón de la visión clásica e histórica proveniente de ONU:
“Por un lado, los derechos humanos pueden ser vistos como componentes de un proyecto político consensual consagrado desde 1948 a través de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas”.
“Por otro lado, se puede considerar que los principios y normas publicados en la Declaración de 1948 apenas son referencias para la lucha política, dentro de una perspectiva de conflicto social e ideológico cuya resolución es imposible, siendo este el principal motor de la historia”.Fuente: ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS, Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948.
“Para el autor Andrei Koerner, la problemática de los derechos humanos puede ser abordada a partir de varios ejes y polos, entre los que destaca el eje de relación entre sujeto y norma, que nos parece de fundamental importancia:“En este eje, los dos polos son: uno, el que identifica el derecho como un sistema autónomo de normas, que tiene una relación de mandato sobre los sujetos; y otro, que concibe el derecho como un aspecto de la normatividad social, que sostiene otras modalidades de relaciones con los sujetos.” (KOERNER, A., “Ordem política e sujeito de direito no debate sobre direitos humanos”, Lua Nova, nº 57, 2002, p. 91.)
En la primera hipótesis, la realización del proyecto común y universal apenas dependería, en los Países signatarios, de la posibilidad de hacer efectivos los derechos, que dependerían del éxito de políticas públicas garantizadas, incentivadas o implementadas, en los Estados-Naciones, por uno de los tres poderes constituidos (Ejecutivo, Legislativo, Judicial), sin olvidar la actuación esencial de un Ministerio Público que no parece encuadrarse en ninguna categoría del triplete institucional presentado por Montesquieu en “El Espíritu de las Leyes (1748)”.
Fuente: Deluchey, Jean-Francois (n.d) “El gobierno de los derechos humanos en la era neoliberal”, en Derechos Humanos y Políticas Públicas. Universidad Federal do Pará. https://www.upf.edu/dhes-alfa/materiales/res/dhpp_pdf/DHPP_Manual_v3.15-50.pdf
Es por esta razón que se presenta la problemática actual en torno al respeto, protección y promoción de los DDHH, en los países que forman parte de una comunidad internacional cada vez más integrada y dependiente en sus relaciones, políticas, económicas, culturales, de poder, diplomáticas y para-diplomáticas. Algo así, como si la Declaración de 1948 podría constituir lo que Erving Goffman llamó “consenso de trabajo” o un “modus vivendi interaccional”.
“En conjunto, los participantes contribuyen a una sola definición total de la situación, que implica no tanto un acuerdo real respecto de lo que existe sino más bien un acuerdo real sobre cuáles serán las demandas temporalmente aceptadas (las demandas de quiénes, y concernientes a qué problemas). También existirá un verdadero acuerdo en lo referente a la conveniencia de evitar un conflicto manifiesto de definiciones de la situación. Me referiré a este nivel de acuerdo como a un “consenso de trabajo”. Se debe entender que el consenso de trabajo establecido en una escena de interacción será de contenido muy diferente del consenso de trabajo establecido en un tipo de escena diferente” (GOFFMAN (Erving), La mise en scène de la vie quotidienne. 1- La présentation de soi, Minuit, coll. « Le sens commun », Paris,1973, p. 18-19)”.
De ahí surge la importancia de dotar de contenido y significado la cuestión del respeto sin ambigüedades de los Derechos fundamentales que asisten a quienes son sujetos de Derechos y quienes legítimamente vienen demandando el cumplimiento de quienes deben limitar su actuar o orientar sus acciones para hacer cumplir estos determinados Derechos. Por lo tanto, surge la cuestión central sobre lo que el filósofo Rancière entiende:
“Por desacuerdo se entenderá un tipo determinado de
situación de habla: aquella en la que uno de los
interlocutores entiende y a la vez no entiende lo que
dice el otro. El desacuerdo no es el conflicto entre
quien dice blanco y quien dice negro. Es el existente
entre quien dice blanco y quien dice blanco pero no
entiende lo mismo o no entiende que el otro dice lo
mismo con el nombre de la blancura. […] El
desacuerdo no es el desconocimiento. […] Tampoco es
el malentendido que descansa en la imprecisión de las
palabras. […] Los casos de desacuerdo son aquellos en
los que la discusión sobre lo que quiere decir y hablar
constituye la racionalidad misma de la situación de
habla. […] Lo que hace de la política un objeto
escandaloso es que se trata de la actividad que tiene
como racionalidad propia la racionalidad del
desacuerdo”.
Libro disponible en: https://arditiesp.files.wordpress.com/2012/10/ranciere_desacuerdo_completo.pdf
Para el autor el desacuerdo,“no tiene que ver con la administración de los recursos ni con los derechos y libertades, sino que tiene que ver con las partes de una sociedad.No se trata de las partes ‘naturales’ sino de unas partes que deben ser siempre re definidas de acuerdo con las condiciones que hacen a una sociedad históricamente determinada. A veces tienen que ver con lo económico, a veces con lo cultural, otras con una identidad étnica o sexual o con otras relaciones distintas de éstas.
Cuando hay una parte en la sociedad que no es reconocida como parte y actúa y habla para demandar reconocimiento, entonces, se instaura la política. Ésta, en consecuencia, surge siempre como una especie de fractura en el orden social establecido. Dada una división de las partes que ya está instaurada, reconocida e incluso consensuada, la política siempre viene a romper con esta estructura dada, a poner de manifiesto una fractura y a plantear una re estructuración…
El “desacuerdo”, en el significado que le atribuye Rancière, no tiene que ver con lo particular sino con la universalidad. Hay desacuerdo respecto a qué es lo común, quiénes constituyen la sociedad, cuál es la lógica que posibilita la comprensión del mundo común, cuál es el lenguaje que permite la comunicación, la acción y la evaluación de los sujetos sociales y cómo se determinan los derechos de cada quien. En la situación de desacuerdo se pone en litigio tanto el objeto de la discusión como la calidad de quienes están en condiciones de litigar.
El desacuerdo no es solo sobre qué significa hablar sino también sobre quiénes pueden y tienen derecho a hablar.”
Fuente: NUEVO PENSAMIENTO. Revista de Filosofía del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Facultad de Filosofía de la Universidad del Salvador, área San Miguel. ISSN 1853-7596. Volumen IV, Año 4, 2014.
Sitio web: http://mabs.com.ar/nuevopensamiento/index.php/nuevopensamiento/index
III
Es por lo anterior, que a mi entender, los Chilenos estamos luchando más por una “política de desacuerdos”. En relación, a disputar quienes tienen el poder para litigar y discutir sobre determinadas situaciones dentro de la Democracia, en donde por años muchos sujetos sociales nos hemos sentido excluidos de la asignación de derechos sociales, de cada quien. Existe por parte de la ciudadanía un atendible temor por este tipo de operaciones políticas.
El reclamo de quienes nos sentimos defraudados por este tipo de “acuerdos cupulares”, tiene que ver con quienes pueden y tienen derecho a hablar: la clase política y la élite (ya sea política, social, económica e hasta intelectual). Sobre todo considerando los antecedentes históricos recientes en nuestro país. Como olvidar el gatopardismo del acuerdo del 2007, para dar una respuesta a la Revolución del 2006, con el cambio de la LOCE, por la LGE y la Superintendencia de Educación, que no servia de mucho y acabo estallando un nuevo conflicto el 2011. Como olvidar la fotos de las manos alzadas en el Palacio de la Moneda.
Fuente: Emol.com – https://www.emol.com/noticias/nacional/2007/11/13/281715/gobierno-y-alianza-se-toman-de-las-manos-al-firmar-acuerdo-educacional.html
Recuerdo como si fuese ayer, pero no fue hace pocos años, cuando Piñera anunciaba el GANE, “Gran Acuerdo Nacional por la Educación”, acompañado por el ministro de Educación, Joaquín Lavín, el Presidente pidió “terminar con las protestas y tomas”, y prometió “abrir un debate amplio para distinguir entre las universidades sin y con fines de lucro”.
Fuente: Emol.com – https://www.emol.com/noticias/nacional/2011/07/05/490990/presidente-pinera-convoca-a-un-gran-acuerdo-nacional-por-la-educacion.html
Ese tipo de acuerdos, no son los únicos que he visto. Desde el año 2014, que he vivido en distintos periodos en Brasil.
Particularmente en Rio de Janeiro, pero también en Sao Paulo, Florianopolis y Porto Alegre. Desde el año 2018, me he establecido en Foz de Iguazú, en donde he visto durante estos 4 años desde cerca, lo que ha sido uno de los mayores acuerdos de la historia de Latinoamerica.
Es el “gran acuerdo” del mundo político Brasilero para sobrevivir al terremoto político de la mega operación anti corrupción conocida como “Lava Jato”, en donde se acordó sacar del poder a Dilma y sustituirla por Temer. “Así tal cuál”, como diría un vídeo de youtube Chileno, también relacionado con un político y una denuncia sobre asedio sexual.
“Em determinado momento, o agora ministro licenciado do Planejamento diz:
– Conversei ontem com uns ministros do Supremo. Os caras dizem ‘ó, só tem condições de… sem ela [Dilma]. Enquanto ela estiver ali, a imprensa, os caras querem tirar ela, essa porra não vai parar nunca’.
Em outro trecho, sugere que um acordo nacional, ou pacto, para “delimitar” a Lava Jato com participação do Supremo.
– Rapaz, a solução mais fácil era botar o Michel [Temer]… É um acordo, botar o Michel, num grande acordo nacional, sugere Machado.
– Com o Supremo, com tudo, afirma Jucá.
– Com tudo, aí parava tudo, anuncia Machado”.
Fuente: Diário El País https://brasil.elpais.com/brasil/2016/05/24/politica/1464058275_603687.html
Muchos analistas, colocan este acuerdo como una explicación al proceso político que acabo con la operación más grande de corrupción en Brasil y con efecto en todo nuestro continente, enfocada en una purga de empresarios y políticos acusados por corrupción en una basta cantidad de países. Y que posteriormente acabo, con Jair Bolsonaro en la Presidencia de Brasil. Quién a llevado la purga política principalmente al Partido de los Trabajadores (PT), profesores, tanto de la enseñanza escolar, como universitaria (Escuela sin partido).
En Brasil, un gobierno de Derecha como el de Bolsonaro, quiere ir más allá y sacar del sistema Democrático a todo quién piense diferente. Han intentado desfinanciar a las Universidades y proponer un programa de autofinanciamiento para debilitarlas y acallarlas.
Al final, la política es una lucha por la participación, sobre qué es lo común, sobre quienes pertenecemos a la sociedad y reclamamos ser parte.
IV
En la imagen del inicio de esta nota, una manifestación en la que participamos como estudiantes de la Universidad de Integración Latinoamericana (UNILA) institución educacional brasilera que recibe 50% de estudiantes Latinoamericanos, para ser parte de un proceso de integración regional, quienes luchamos constantemente como inmigrantes educacionales por ser respetados y reconocidos en Brasil, uniéndonos en una lucha en contra de los recortes presupuestarios (contingenciamento), en una gran cantidad de glosas presupuestarias de Universidades, Hospitales, Ministerios, etc.
Ese proceso a mediados de 2019, en la ciudad de Foz de Iguazú- Paraná, fue un tremendo chantaje político y económico para aprobar la Reforma de Pensiones (Reforma da Previdencia) del Neoliberal Paulo Guedes, actual súper Ministro de Hacienda del Gobierno.
En Brasil, en nombre de los”acuerdos”, se aprobó una reforma que “economiza” 1 trillón de reales a 10 años de los gastos públicos que tiene que incurrir el Estado Brasilero para cubrir el déficit de su sistema de reparto de pensiones. Ese acuerdo, también se logro con muchos sectores cediendo en sus posiciones. Fue un acuerdo que abre la posibilidad de implementar el modelo de Capitalización en Brasil y con ello, provocar un estallido social de enormes proporciones en el gigante del continente.
Entre “acuerdos” y “desacuerdos”, a veces es bueno los primeros en la medida que son capaces de incluir y satisfacer no todas, pero si las principales demandas de muchos.
Si eso no es posible, un acuerdo por muy esperanzador que sea, puede acabar causando mayores desacuerdos futuros. Como de seguro va a ocurrir en Brasil cuando entre en marcha las nuevas normas para jubilarse.
Espero que de aquí al Plebiscito Constitucional Chileno, podamos administrar mejor los desacuerdos y dejar el victimismo de quienes, firmaron el acuerdo, pero no le consultaron a nadie más que sus asesores constitucionales y alguna que otra dirigencia de su partido.
Porque convengamos en algo, ni en el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” realizado en el ex Congreso Nacional Chileno ni en el acuerdo en el parlamento brasilero por la “Reforma Provisional”, participo el pueblo, las organizaciones sociales, quienes luchan en las calles, quienes alzan la voz por las injusticias y quienes somos constantemente excluidos.
*Esta columna “Acuerdos y desacuerdos”| La lucha política es mundial y no Chilena fue publicada originalmente el día Domingo, 24 de noviembre de 2019 en mi sección de notas de Facebook.
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