“La cuestión sobre id (entidad): Desde un enfoque de Estudios Latinoamericano. La crisis del Estado Chileno y el conflicto social. El pueblo mestizo y mapuche en la ruptura política. ”
Por Luis Mellado Díaz
En este ensayo pretendo de una manera bastante sintética describir el fracasado afán de construcción de discursos, ya sean nacionales o continentales (sujeto latinoamericano), que fueron el sostén político legal de la construcción de identidades nacionales en el siglo XIX – en los procesos posteriores de independencias políticas y construcción de Estados Nación- en la formación de comunidades políticas Latinoamericanas, que dieron paso a discursos Latinoamericanistas Bolivarianos. Pero, que en el caso chileno, han demostrado un profundo agotamiento y revisionismo.
Entendiendo por lo anterior, la constatación del hecho que durante ya casi 200 años de existencia de repúblicas e intentos de construcción de un proyecto Latinoamericanista, existen graves problemas de integración y exclusión, dentro de los propios países, como también de una estructural incapacidad de integración política y económica de nuestro continente, a mi entender, el fracaso se clarifica en los movimientos indigenistas, que no solo critican el modelo de político de liberalismo republicano de inspiración de las naciones, sino que también el modelo económico de desarrollo de industrialización contaminante, implementado también por gobiernos progresistas de la región, con una aparente mayor sensibilidad de la cuestión indígena.
Heterogeneidad
Por lo anterior, este trabajo se delimita en interpretar dicho análisis bajo el concepto de heterogeneidad y cómo ello tiene su reflejo en el conflicto indígena Mapuche- Chileno, en donde los primeros han cuestionado su reconocimiento como nacionales de un nueva nación Mapuche, el Wallmapu. Por lo anterior, me haré del debate histórico y étnico de construcción de Estado Nación Chileno, pero teniendo a la luz el debate más macro de los aportes de los estudios latinoamericanos en materia indígena.
Teniendo esto como marco general, me parece interesante analizar los aportes de la crítica comunitarista al liberalismo político, para ver como viene siendo procesada insuficientemente por las Democracias Latinoamericanas, con problemas de falta de representatividad política y descontento de comunidades indígenas, que no se ven representadas en los discursos de ciudadanía – sin hablar de autonomía de los pueblos- y de progreso económico -sin hablar de respeto a la naturaleza-, como también, de la demanda por la conformación de nuevos estados nación, como el territorio autónomo de la Nación Mapuche, que como sabemos sería compuesto por territorios actualmente Chilenos y de Argentina.
Finalmente, pretendo concluir que es de suma importancia una propuesta de construcción de una nueva noción de ciudadanías, incorporando las complejidades culturales (hibridismo), de nuestros países, teniendo en vista las necesarias políticas afirmativas, de comunidades políticamente marginadas, ya sean indígenas, negras, migrantes, femeninas, etc.
Identidad criolla
En primer lugar, este trabajo tiene como eje central el concepto de heterogeneidad en Cornejo Polar, que cuya contribución de su estrategia disgregadora puede ser traída en estos términos:
“la de desmantelar la noción fija, homogeneizante y verticalista de cultura y de (id) entidad nacional, reivindicando la pluralidad étnica, lingüística e ideológica de los distintos sectores articulados dentro de los parámetros convencionales de la nación-Estado”.
De este modo, este concepto viene a ser una crítica profunda al discurso homogeneizante de identidad criolla, construido en Chile – una revisión histórica interesante se encuentra en “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX” (Góngora, Santiago, 1981)-, con su visión historiográfica pesimista, eurocentrista, conservadora y de occidentalización tardía.
Es entonces en contra de esa visión, que Mabel Moraña sostiene:
“En la medida en que, como indica Chakravorty desde otras trincheras teóricas, “Europa continu'[e] siendo el sujeto teórico soberano de todas las historias” (cit. por Prakash, 304) la noción de sujeto no podrá dejar de ser, como Cornejo enfatiza, una noción baldada, refleja, deficitaria, subalterna, dependiente, siempre “en vías de” realización y completamiento. De modo que el primer movimiento en la construcción de un sujeto emancipado debe ser el desafío a la razón (ilustrada, etnocéntrica, colonialista) que interpela al “otro” desde una identidad que sólo se concibe como reproducción al infinito de una imagen fija, universal, atemporal, dogmática, hegemónico. La reivindicación de este sujeto latinoamericano “complejo, disperso, múltiple” como protagonista de una historia ya no colonial, ni siquiera poscolonial, sino posoccidental, dialoga en la teorización de Cornejo con en el sentido de posoccidentalismo definido ya en 1976 por Roberto Fernández Retamar y retomado recientemente por Walter Mignolo, con énfasis en las relaciones de etnicidad y trabajo como problemáticas esenciales para la definición de subjetividades colectivas en América Latina.”.
Ejemplo de lo anterior, puede ser la imagen tradicional de representación de la mayoría de las identidades nacionales
Latinoamericanas como sujeto campestre-rural criollo empobrecido (huaso, gaucho, caipira, etc), que tiene una cierta vestimenta y se le representa con una cultura, costumbres, danzas, tradiciones, que apagan absolutamente la presencia e importancia de las culturas ancestrales, como lo son por ejemplo la cultura Mapuche o Aymara- incluso, post ocupación Incaica-, por poner dos de los ejemplos más grandes en las macro regiones del Sur y Norte Chileno, respectivamente. Que han tenido que hacer durante décadas un proceso de resistencia cultural y resignificación constante para sobrevivir.
Cabe señalar, que Chile como nación desde su independencia, no incluía a los territorios al sur de la Araucanía Chilena, en donde se encontraban los Mapuche, posteriormente incorporados en las campañas militares en 1881. No obstante, el apagamiento y exclusión de las tradiciones de pueblos indígenas, en el norte y centro del País, fue una decisión política de la elite gobernante desde los albores de la República, hasta los tiempos actuales. No obstante, los mecanismos de representación política en Chile y otros países han intentado responder a esta deuda histórica con reconocimientos constitucionales de pueblos indígenas o incluso, yendo más lejos aún, como el caso del Estado Plurinacional de Bolivia.
Para muchas comunidades indígenas Chilenas, esta incorporación por parte del Estado Chileno es absolutamente tardía y contradictoria con las verdaderas demandas del pueblo Mapuche, que en el discurso actual, llaman a hacer un rompimiento con el Estado Chileno y se han levantado demandas por parte de la Alianza Territorial, de conformar un nuevo territorio autónomo, con el nombre de Wallmapu, que incluye territorios tanto Chilenos, como Argentinos, y que si fructífera sería una conquista de autonomía política nunca antes vista entre otros territorios con autonomía indígena, ya existentes, como por ejemplo en Canadá, Nueva Zelandia o Australia.
Ocupación y represión constantes
Las circunstancias de ocupación y represión constantes del pueblo mapuche en la araucanía es de larga data, pero hoy más que nunca se ha intensificado la presencia tanto policial, como explotación económica, incluso en tierras demarcadas. Algo, que antiguamente era impensado por la incapacidad tanto financiera, como militar del Estado Chileno. En palabras del historiador chileno, Luis Ortega Martínez:
“En el mundo que hoy detenta los mayores niveles de desarrollo, antes del siglo XIX ningún Estado cuyo territorio no pudiera cruzarse a pie en uno o dos días poseía un conocimiento suficiente, actualizado con regularidad, de quienes vivían, nacían y morían dentro de sus fronteras. Ninguno podía identificar siquiera a los individuos fuera de sus domicilios y, muchas veces en el interior de los mismos . Para la mayor parte de la nuevas repúblicas latinoamericanas, tal situación se mantuvo hasta muy entrado el siglo y, en algunas áreas, hasta el siglo XX. En realidad, como lo sostiene Hobsbawm, ningún Estado, antes del ferrocarril y el telégrafo, antepasados de la moderna revolución de las comunicaciones, podía saber lo que ocurría en sus rincones más lejanos o mover sus agentes con rapidez suficiente para que tomasen medidas ya fuese cuando ocurrían crisis políticas locales o desastres naturales, pues ningún Estado podía pretender que controlaba sus fronteras o intentaba controlarlas o, de hecho, tenía unas fronteras claramente delineadas. Más aún, ningún Estado en Sudamérica hasta el tercer cuarto del siglo poseía la capacidad de mantener un cuerpo de policía nacional eficaz, que actuase en calidad de agente directo del gobierno central y abarcara todo el territorio”.
Para finalizar, es entonces el Estado quien debe afrontar esta realidad, que incluso pone en riesgo la propia existencia y legitimidad del mismo, sumado al tema de un creciente cosmopolitismo provocados en los procesos de globalización de la economía mundial, en donde se necesita remapear a las distintas comunidades presentes en diferentes territorios, con las oleadas migratorias tanto dentro de Latinoamérica (gran presencia de desplazados que forman nuevas comunidades Haitianas, Venezolanas, Colombianas) y las comunidades Latinoamericanas presentes en otros países no latinoamericanos, como los presentes en Estados Unidos, Europa o Oceanía. Esto entonces complejiza las cosas como analiza, Cornejo Polar, sobre la noción de sujeto migrante, en donde pone en crisis no sólo al sujeto nacional, sino también debemos analizar las crisis de los discursos sobre la (in) existencia del sujeto Latinoamericano.
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Referencias bibliográficas:
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